Si yo protagonizara la cenicienta...

Ayer tuve un día algo más diferente. Intenté combinar vida social y trabajo, aunque estaban relacionadas, la indumentaria debía ser bastante diferente: para el trabajo, ropa informal y cómoda y para el acto (social), ropa elegante. Así que me vi a las cuatro de la tarde, con el tiempo pegado, corriendo hacia mi trabajo en traje de chaqueta y a punto de perder un zapato...

Si yo hubiese sido la cenicienta, no habría aparecido el Hada Madrina, sino un vendedor empeñado en colocarme todo tipo de artilugios, a precio muy económico. Seguramente, acabaría huyendo de él para no probarme más de un traje y diciéndole que sí a los complementos, para que me dejara de hablar. Así que saldría de la tienda con un líquido que si se lo hecho a una fruta, acabaría siendo un coche y si busco a un perro, este conduciría. Tras leerme las instrucciones una y otra vez de la pócima, me daría cuenta de que ya no me da tiempo a arreglarme, por lo que me vestiría, pensaría que no hace falta pintarme y le ehcaría las gotas a un plátano y al perro de la vecina. Me repetiría mientras me meto en el coche "antes de las doce, antes de las doce, antes de las doce..." y le enseñaría el papel al perro - conductor, quien se lo comería tras olisquearlo.
Llegaría a una fiesta estupenda, me dispondría a bailar, tomar copas (barra libre, por supuesto) y charlar. Vería al "príncipe", tan guapo y simpático, buen bailarín, atento, con sentido del humor, me contaría su vida en dos segundos, me miraría con admiración... y cuando me hubiera decidido a tirarme a su cuello, sonaría el reloj. Yo estaría contando "una, dos, tres y al cuello"y escucharía, "diez, once y..." saldría corriendo. "Es que me gusta demasiado, no lo puedo besar..." Iría a mi coche - plátano y vería al conductor meando en la rueda, (ya se sabe, las pócimas de hoy no son como las de antes). Mientras subo al coche, deja, ya conduzco yo, comenzaría a oler a embrague. Mmm... y doce. Ya se terminaron los efectos. Sólo me queda averiguar por qué el chofer se inteneta lamer el capullo sin convertirse en perro. Total, llega el día siguiente y la cruda realidad ¿cuál es? Llamada telefónica de mi príncipe. Me cuenta: "¡qué pena que me fuera tan pronto! Me perdí lo mejor, se acercó al grupo una francesa super apañada, un encanto, me hubiera caido bien. De hecho, sin saber como, se liaron el príncipe y ella ¡y parece que va en serio!" En dos dias, seremos amigas.