Me encanta cumplir años. Sobre todo, porque la otra opción que queda es bastante más lúgubre. El repaso que le doy al año que se va, me resulta más natural y menos agobiante que la entrada de año nuevo, que me pilla más estresada con temas de regalos, más horas de trabajo, más reuniones familiares... siempre con una alegría un poco a contrapelo.
Pero esto días son más míos. Pongo la cuenta atrás con bastante antelación, intento acostumbrarme a la nueva cifra y ya hace unos cuantos que dejé de evaluar esa imagen que me hacía de como sería esta edad, comparándola con la realidad.
La verdad es que estoy muy contenta: entré en los 18 con mis amigos clásicos básicos y con ellos cuento para mis 28. Dos son padres, dos recién casados, dos están como siempre, dos como nunca y los dos que quedamos seguimos siendo uno más uno pero yo creo que cada día mejor.
He ganado nuevas amistades, he perdido y reencontrado, he mantenido, me he desenamorado, enamorado y vuelta a empezar, ha habido nacimientos y muertes, lágrimas y sonrisas... Todo un regalo.
Así que, como mis cumples parecen bodas gitanas o merecedores del título "seis días y siete noches"el viernes ya inauguramos los festejos con una mejicanada, acabaré en Bruselas... en mitad, lo que queráis. Y el 1 me despertaré con una sonrisa y un año más.